Silenciadas by Karin Slaughter

autor:Karin Slaughter [Slaughter, Karin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2020-08-04T00:00:00+00:00

14

CONDADO DE GRANT – MIÉRCOLES

El teléfono de Jeffrey volvió a sonar cuando llegaba en coche al campus. Le había dicho a Frank que no hablaran por teléfono ni por radio del hallazgo del cadáver de Leslie Truong. Cuando un inspector de policía veterano te decía que algo era malo, cabía deducir que era atroz, y Jeffrey no quería que se filtrara ningún detalle sobre el asesinato. Las víctimas ya eran tres. Y dos de ellas seguían vivas, aunque fuera a duras penas.

Echó un vistazo al teléfono. En la pantalla aparecía un número de Sylacauga. Esta vez, su madre lo llamaba desde el teléfono de la vecina. Jeffrey volvió a silenciar la llamada, pero Sara ya había visto quién era. Si le produjo alguna satisfacción saber que su madre lo había llamado tres veces en el trayecto de quince minutos desde Avondale, no hizo ningún comentario al respecto.

Por acuerdo tácito, se habían retirado ambos a sus respectivas esquinas del cuadrilátero. Jeffrey no tenía ni idea de qué estaba pensando Sara en ese momento. Él, por su parte, hacía lo posible por no pensar en lo que le había contado ella por el camino.

Recurriendo de nuevo a una densa jerga médica, le había explicado con detalle las lesiones sufridas por Tommi Humphrey. Cuando acabó, él había notado un regusto a sangre en la boca. Quería anotar todo lo que le había dicho, poner por escrito lo que le había ocurrido a aquella joven de veintiún años por si en algún momento Tommi se sentía con fuerzas para presentar una denuncia.

El tiempo no estaba de su parte. El secuestro era, por sí solo, un delito grave, pero según la legislación de Georgia solo disponía de siete años para presentar la denuncia. En casos de violación, el plazo era de quince años. Por desgracia, Tommi se había negado a dejar que Sara tomara muestras. Las astillas, las torundas bucales, los rastros hallados bajo las uñas… Cualquiera de esas cosas podría haberle servido de garantía. La ley estipulaba que el enjuiciamiento de un caso de secuestro, agresión sexual grave y violación anal podía dar comienzo en cualquier momento si había muestras de ADN que pudieran servir para identificar al culpable.

Si dentro de catorce años un abogado defensor preguntaba por qué había esperado tanto Tommi Humphrey para denunciar y cómo podía recordar con detalle lo sucedido, Jeffrey quería tener listos sus cuadernos, con información perfectamente datada, para arrojárselos a la cara a ese mamón.

Volvió a sonar su teléfono. Tocó la pantalla para poner el manos libres.

—¿Qué pasa, Lena?

—He encontrado al tipo al que apodan Little Bit —contestó ella—. Se llama Felix Floyd Abbott y tiene veintitrés años. Se escapó en el puto monopatín y he tenido que perseguirlo un kilómetro. Llevaba encima un par de bolsitas de marihuana, de las de veinte dólares. Lo justo para que no lo podamos denunciar por distribución.

—Fíchalo. Y mételo en una celda a reflexionar. Luego hablaré con él.

Jeffrey colgó.

Felix Floyd Abbott, no Daryl. Así pues, aún tenía que localizar al tipo que figuraba entre los contactos de Beckey Caterino.

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